martes, 29 de mayo de 2007

La mujer de la sombrilla


Cuando tengo que viajar a las afueras de la ciudad por razones laborales siempre dejo mi coche en el parking de la empresa, cojo el tren en la estación terminal a dos calles arriba y durante cuarenta y cinco o sesenta minutos me dedico a mí: leo alguna novela, el periódico, ordeno mi bolso de mano o simplemente contemplo el paisaje por la ventanilla. La vuelta siempre me pilla en el portátil preparando algún informe...
Aquella semana me tocaba ir a un pueblo al norte; ese ramal ferroviario nunca lo había usado... A medida que salíamos de la ciudad las estaciones tenían un aspecto de principio del siglo pasado; sin dudas era el trayecto más pintoresco. Me había ubicado en el penúltimo vagón, junto a la ventana. En la Octava Estación, al ponerse en movimiento el tren, vi en el andén a una mujer sentada con una bella sombrilla blanca. Vestía pantalones negros y zapatos con tacones bajos. No se le veía el rostro, pero dirigía la mirada en dirección hacia donde avanzábamos... me daba la impresión de ser una persona mayor, solo la impresión. Durante tres semanas tuve que volver y viajaba a mitad del convoy con un libro de mano para disfrutar del trayecto. Las estaciones se sucedían y allí estaba ella, en la Octava Estación, con la misma actitud de espera, y yo no conseguía ver su rostro.
Ayer me senté en el primer vagón, así podría observarla por más tiempo. El día estaba nublado y al salir comenzó a llover. A medida que pasábamos estación por estación más intriga me embargaba, ¿estaría la mujer de la sombrilla? Quinta Estación, Sexta Estación, Séptima, Octava... y bajo una lluvia de plata la mujer allí estaba. Se detiene el tren quedando mi ventana frente a ella.La miro y no me mira. Apoyo mi mano en el cristal mojado por fuera y ella, suavemente, eleva la sombrilla, voltea su rostro y me mira; nuestras miradas se encuentran y...!me descubro en ella!
Si, primero pensé que era mi reflejo en el cristal, pero no, ella era yo misma, unos años atrás, en la adolescencia, sentada en el banco del andén de mi pueblo donde solía esperar aquellas tardes de primavera a mi abuela, que venía de la ciudad... La mujer de la sombrilla me sonríe, arranca el tren y conmocionada me pongo de pie mientras las puertas del vagón se cierran y comienza el tren a avanzar. Entonces corro hacia el otro vagón, y al otro, y al otro, hasta llegar al último y ver a aquella mujer de nuevo en su hierática pose. Para regresar no me animé a tomar el tren, tuve que volver a la oficina en un taxi por la autovía...
Hoy es sábado y conduje con mi coche hasta la Octava Estación.Ella ya no está...Le pregunté al guardia de la estación por la mujer de la sombrilla, el se sonrió y me dijo:- Mujer de la sombrilla? Dicen en el pueblo que aquí, en este andén, la gente se reencuentra consigo mismo. Llevo toda mi vida trabajando en esta estación y escuchando distintas historias, pero le juro señorita que nunca me he encontrado conmigo mismo... - y sonríe de nuevo. Camino por la estación y no la encuentro, no me encuentro.El guardia me hace una seña y veo el cartel de la estación: OCTAVA ESTACIONSin entender sigo mirando y abajo descubro otro cartel, más viejo y descolorido que pone: ESTACION EL ENCUENTRO.

sábado, 26 de mayo de 2007

Primavera


"Siempre después de un largo invierno..."Caminamos de la mano y me adelanto, corro hacia una pequeña florecilla entre el cesped verde, me detengo en sus estambres y en sus pétalos, cuando escucho tu voz decir mi nombre, volteo la cabeza y allí estás, en medio de cientos de pequeñas flores y descubro que la primavera a llegado a nuestras vidas...

sábado, 3 de febrero de 2007

El charco


Ya hacía un año que Yan vivía el destierro. Atrás había quedado su tierra de enraizados ombúes como baobabs, de jurásicos palos borrachos en flor y fluorescentes jacarandas… Su nuevo paraje dónde había sido confinado era árido, volcánico y hostil; la lava incandescente de otros tiempos formaba ahora caprichosos y oscuros ríos pétreos.
Yan había leído en los libros sagrados que detrás de los grandes volcanes existía un charco y que todo humano o bestia que se había animado a cruzarlo no había regresado nunca jamás. Obviamente que aquel charco no sería tan grande como aquel Mar Dulce de su ciudad Ayre donde había crecido.
Durante mucho tiempo caminó sin detenerse, pareciendo que nunca avanzaba, que siempre estaba en el mismo sitio rodeado de aquellas formas extrañas erosionadas por el abrazo del viento.
Yan se había protegido algunas noches en la zona de las grandes burbujas de piedra, que accediendo por un gran agujero, descendía hasta las profundidades para llegar a un pequeño charco subterráneo de agua fresca y dulce donde poder saciar su sed. Al caer la noche pequeños crustáceos albinos que vivían en el fondo se tornaban iridiscentes, entonces Yan se acercaba al espejo de agua, contemplaba su rostro e imaginaba que las luces del fondo eran el reflejo del cielo estrellado de su ciudad… y así caía dormido sobre una lisa roca colorada.
Su voz interior lo animaba a seguir tamaña travesía… pero hasta cuándo!
Una mañana, al despertar en el Valle de las Montañas de Fuego, vio que su amuleto había cambiado levemente de color, sintió el aire fresco en sus mejillas y por fin oyó algún indicio, lo sobrevolaban un par de gaviotas peleando por un trozo de comida… el charco estaba cerca! Rápidamente se puso de pie y comenzó a correr hacia donde su instinto animal lo dirigía; subió una cuesta, trepó por la roca y llegó a un pequeño mirador, las paredes de las piedras estaban cubiertas de verdes líquenes y al borde del camino habían crecido plántulas de aromáticas lavandas… y allí estaba frente a sus ojos el charco turquesa y más allá la tierra de los dragones magenta.
Le llevó todo el día poder llegar a la costa, no siempre los caminos que se toman son los más cortos; se detuvo cansado en un barranco, se refrescó los pies en el agua salada y contempló el atardecer, un bello atardecer cómo hacía tiempo que no veía… entonces, en ese instante, volvió a sentirse vivo... a la mañana siguiente emprendería el cruce del charco...

martes, 30 de enero de 2007

Volver


Vuelvo a casa, pero sin tí... Volver a casa desde casa...
La espuma me devuelve a esta orilla, donde el paisaje ya es conocido, donde el cielo es de pompones de algodón, donde la tierra aún está mojada desde nuestra partida.
Ahora sólo queda esperar a que de nuevo esta orilla sea nuestra orilla y al fin volver a emprender juntos el camino inverso...

I return at home, but without you... To return at home from home...
The foam gives me back to this border, where the landscape already is known, where there is some cotton clouds in the sky, where the ground still is wet since our going.
Now we only have left to hope that this border is our border again and we finally return to take together the inverse way...

lunes, 15 de enero de 2007

y entonces... / and then...

... y entonces te veo frente a mí, tus cristalinos ojos son mi cielo, mi horizonte, mi océano, aquel enorme charco de agua salada que alguna vez crucé para al fin encontrarte...
... y entonces hallo mi reflejo, me observo, tímidamente me animo a mojar mis pies, para luego zambullirme, saciar mi sed y calmar el ardor de mi piel al sol y por fin... encontrar la calma...

... and then I see you in front of me, your crystalline eyes are my sky, my horizon, my ocean, that enormous salt water pool that sometime I crossed to find you...
... and then I find my reflection, I am observed, timidly I animate myself to wet my feet, soon to plunge, to satiate my thirst and to calm the heat of my skin to the sun and finally... to find the calm...

lunes, 8 de enero de 2007

Florecer...



Hacía tiempo que mi letargo me aburría; pensaba
que todo aquello que germinaba en mí nunca llegaría
a ver la luz del sol...Sin embargo fue tan solo mirarte
y sentir que las flores brotaban de mi piel, de mi cabello,
de mi alma... flores anaranjadas por doquier...

A long time ago my lethargy bored to me; I thought that
everything what germinated in me it would never get to
see the light of the sun... Nevertheless so single to watch
you and I felt that the flowers appeared of my skin, my
hair, my soul... orange flowers everywhere...